El caos en las líneas de Cercanías se ha convertido en una constante en la Comunidad de Madrid. Este pasado fin de semana, un tren de alta velocidad descarriló en el túnel que conecta Chamartín con Atocha, provocando la desconexión de Madrid de parte de la red de alta velocidad.

El accidente, que tuvo lugar en la tarde del sábado, dejó a dos empleados de mantenimiento heridos, aunque, afortunadamente, el tren estaba vacío y, según señalan desde el medio Vozpópuli, no era manejado por ningún conductor. Sin embargo, los mayores afectados fueron los más de 8.000 pasajeros que quedaron atrapados en los trenes en dirección a las estaciones de Madrid.

Al día siguiente, la situación continuaba siendo caótica. Cerca de 14.000 viajeros, tanto en la capital como en otras ciudades de España, se vieron perjudicados por la interrupción del servicio. Las principales compañías ferroviarias, como Renfe, Iryo y Ouigo, se vieron obligadas a suspender 22 trayectos y a ofrecer soluciones para reducir el impacto en los usuarios.

Más de 48 horas con Madrid colapsada

A pesar de que el ministro de Transporte, Óscar Puente, sugirió tras el accidente que se resolvería rápidamente el colapso en los túneles, la realidad ha sido distinta: dos días después, el tren sigue bloqueando el túnel entre Chamartín y Atocha. No fue hasta hoy que, tras intensas labores, se consiguió liberar una de las vías que une ambas estaciones, permitiendo que los trenes procedentes de Levante puedan reanudar su servicio hacia la capital.

Este martes, se espera que el túnel opere al 50% de su capacidad, después de haber desmontado parcialmente el tren siniestrado. Sin embargo, los trabajos para retirar por completo el tren accidentado continuarán, al menos, durante una semana más.

Un problema que lleva tiempo sin solución

Desde hace tiempo, los usuarios han manifestado su descontento con el servicio ferroviario. Averías, retrasos, vagones saturados y condiciones deficientes en las infraestructuras son solo algunos de los problemas que el ministro de Transportes, Óscar Puente, parece no estar abordando con la urgencia necesaria.

El colapso de Atocha, que ahora debe gestionar todo el tráfico ferroviario, ha dejado al descubierto una evidente falta de capacidad para manejar situaciones de emergencia. Además, la imposibilidad de usar grúas en el túnel por sus limitaciones de espacio ha complicado aún más las tareas de Adif, obligándolos a implementar soluciones improvisadas, como el desmontaje del tren descarrilado. A pesar de los esfuerzos, el avance ha sido lento, mientras que los pasajeros siguen sufriendo las consecuencias de una gestión que no parece estar a la altura de las circunstancias.

Aunque Renfe ha implementado algunas medidas para mitigar el impacto, como la suspensión temporal de la venta de billetes y la reubicación de pasajeros en otros trenes, la sensación de descontrol persiste.

Este incidente pone de manifiesto, una vez más, las carencias del sistema ferroviario español frente a emergencias, y deja en el aire la pregunta de si las autoridades están realmente preparadas para garantizar un servicio eficiente y seguro en situaciones críticas.